Fue en mi cumpleaños 18 en el que ella llegó a mi vida, fue un regalo que a solicitud mía mi madre accedió a complacer.
Verde casi en su totalidad, con cabeza roja y patas grises, características propias de su raza. Tenía los ojos chistosos y desconfiados, desconfianza que se hacía más notoria cuando alguien se le acercaba, entonces retrocedía de manera lenta y torpe, mientras te miraba muy fijo y giraba un poco la cabeza.
Carlota, así fue bautizada, poco a poco se iba acostumbrando a su "nueva vida" junto a mi, ya tenía confianza y recibía los granos de choclo que le daba en su pico, ya se subía a mi mano o corría de manera graciosa por la casa.
Un día noté que las plumas de sus alas volvían a crecer y entonces me senté a recortarlas un poco, apareció entonces mi madre quien me miraba mientras movía la cabeza de lado a lado para luego decirme:
¿Para que crees que tiene alas?
- Pues es obvio, para volar.
Entonces, déjala volar que para eso nació.
Creo que ese fue el verdadero regalo que entonces mi madre me dio, entendí que el lugar de Carlota era el cielo y no una jaula en mi casa, entendí que su caminar era gracioso para mi y que para ella podía ser incómodo el no poder usar esas alas enormes y hermosas que la naturaleza le había regalado para compensar su andar.
Carlota, estuvo un tiempo más en casa, mientras sus plumas volvían a crecer, mientras sus alas sanaban por culpa de mi estupidez, luego la empezó a visitar un novio al que bautizamos como Lorenzo y ya cuando Carlota terminó de sanar extendió sus alas y se marchó, se fue a donde pertenece, a pintar de verde los cielos.
Verde casi en su totalidad, con cabeza roja y patas grises, características propias de su raza. Tenía los ojos chistosos y desconfiados, desconfianza que se hacía más notoria cuando alguien se le acercaba, entonces retrocedía de manera lenta y torpe, mientras te miraba muy fijo y giraba un poco la cabeza.
Carlota, así fue bautizada, poco a poco se iba acostumbrando a su "nueva vida" junto a mi, ya tenía confianza y recibía los granos de choclo que le daba en su pico, ya se subía a mi mano o corría de manera graciosa por la casa.
Un día noté que las plumas de sus alas volvían a crecer y entonces me senté a recortarlas un poco, apareció entonces mi madre quien me miraba mientras movía la cabeza de lado a lado para luego decirme:
¿Para que crees que tiene alas?
- Pues es obvio, para volar.
Entonces, déjala volar que para eso nació.
Creo que ese fue el verdadero regalo que entonces mi madre me dio, entendí que el lugar de Carlota era el cielo y no una jaula en mi casa, entendí que su caminar era gracioso para mi y que para ella podía ser incómodo el no poder usar esas alas enormes y hermosas que la naturaleza le había regalado para compensar su andar.
Carlota, estuvo un tiempo más en casa, mientras sus plumas volvían a crecer, mientras sus alas sanaban por culpa de mi estupidez, luego la empezó a visitar un novio al que bautizamos como Lorenzo y ya cuando Carlota terminó de sanar extendió sus alas y se marchó, se fue a donde pertenece, a pintar de verde los cielos.